En las mesas que se ven al fondo he ganado/perdido varias partidas alguna noche de verano. En el ajedrez grande sólo jugué una vez, de noche en invierno, tarde, y perdí. |
Recuerdo cuando papá nos enseño a jugar al ajedrez a los cuatro pequeños de entonces. Estabamos en casa y era de noche. Supongo que sería un domingo de invierno por la tarde, llovería, estaríamos aburridos porque no podíamos salir. El caso es que nos encantó. Pasabamos bastante tiempo juntos, y es que entre los 4 nos llevamos sólo 16 meses, (llegó un momento que en casa nacíamos de dos en dos) así que compartíamos muchos ratos de juegos. Cuando uno de los cuatro estaba enfermo, alguno subía el tablero con las fichas, que eran/son de madera. Ahora juego poco, muy poco. Reconozco que no soy muy buena.
Igual que tantas cosas en la vida, uno juega al ajedrez de la misma manera que actúa en lo demás. No tengo paciencia para pensar en más de dos movimientos más allá. Muevo ficha antes de ver si estoy sacrificando algo en un futuro próximo, un peón, un caballo... En la vida real, parece que mueva muchas fichas, pero en realidad, muchas decisiones las he tomado porque se me han presentado sin buscarlas, me han parecido buenas, y no he visto más allá (de lo que equivale a dos movimientos).
Pero es que a diferencia del ajedrez, no hay nadie atacando mis torres, peones, alfiles y demás, y tampoco soy solamente yo quien mueve mis fichas.
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