Lo había leído hace la tira de años y estaba pendiente de relectura.
Tenía muy buen recuerdo y creo que me ha gustado todavía más ahora. Y es que de este libro me gusta todo.
Está escrito en forma de cartas (cómo las extraño!), son cartas reales y están muy bien escritas. Es un libro divertido, no sólo de sonrisa, también de risa; y un poco triste, triste de llorar (no lo recordaba ni tan divertido, ni tan triste). El tema en la mayoría de las cartas son libros.
Contrasta la espontaneidad de Helene, escritora/guionista neoyorquina; con la formalidad de Frank, londinense propietario de una tienda de libros de segunda mano, pero se entienden perfectamente. No es una novela sobre libros, aunque que el tema sean los libros y la opinión de Helene sobre éstos lo hace muy interesante. Es una novela sobre la amistad, una amistad que se inicia con una carta formal y durará dos décadas, de 1949 a 1969. Pero es actual, sustituyase el formato por emails o blogs.
Me divirtió/sorprendió/envidié la facilidad de Helene de hacer amigos, en otro continente y a los que probablemente nunca vería, su generosidad y aprecio hacia ellos. Y es que Helene es determinada, inteligente, directa, espontánea, firme, sincera, generosa, muy divertida…
Me encantó como ama y describe los libros que quiere, y entendí muy bien cuando cuenta que de vez en cuando se deshace de éstos, ante el asombro/incomprensión de amigos, porque dice: “Personalmente creo que no hay nada menos sacrosanto que un mal libro e incluso un libro mediocre”. Yo hago/pienso lo mismo.
Se lee en una hora.
Es un magnífico libro.
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